“Vendrán más años malos y nos harán más ciegos” .
“Y vendrán más años ciegos y nos harán más malos”, decía Don Rafael Sánchez Ferlosio en 1993, y los años se empeñan en darle la razón. En este sentido, el año 2009 empieza mal. Mal lo tienen al empezar el año, por no hablar de los palestinos, los millones de personas que han perdido ya su trabajo en el mundo. Mal, las decenas de millones que lo perderán pronto. Mal, ese casi millar de familias que, según Caritas, en Alcalá de Guadaíra, “viven en extrema pobreza” (El Correo de Andalucía, 24/12/08).
La ceguera, en este caso, se halla en todos los que piensan que la oposición propietario/proletario se disuelve en el magma de las clases medias. Cierto es que ya no se da la dualización social clásica propia de la sociedad de clases del XIX y gran parte del siglo XX, pero simplemente porque superponiéndose a ella encontramos una nueva situación tripartita compuesta por los integrados (trabajadores fijos), precarios (trabajadores eventuales) y los excluidos (o desahuciados). Pero ciegos todos los que ante el consumo compulsivo propio de las fiestas navideñas tienden a pensar en la inexistencia de aquella. Porque ceguera es la de aquellos que al negar la sociedad de clases niegan la existencia de desigualdades sociales, cuando estas no solo persisten sino que incluso aumentan.
La realidad es, tal y como hace ver Cáritas para Alcalá, que cada vez son más los trabajadores precarios o eventuales, es decir, parados de larga duración que sólo gracias a los servicios públicos y a la beneficencia evitan la exclusión. Precisamente el reto que la crisis económica plantea a las clases medias de los países ricos es si están dispuestas a sufragar la cobertura de los servicios sociales básicos que el llamado Estado del Bienestar presta a los nuevos pobres, garantizándoles incluso los niveles de consumo socialmente adecuados a los patrones del momento, es decir, no sólo pagándoles los recibos de agua y luz pendiente de pago, sino más, por ejemplo, los regalos de reyes de los niños. O bien terminar por excluir a una cada vez mayor parte de la población y afrontar el riesgo de poder garantizar el orden social.
El reto, en definitiva, del mañana es saber de quién será. Aunque, “el mañana me parece”, dice Ferlosio, “no es nadie sino de la catástrofe”.
VICENTE M. PÉREZ GUERRERO
7 de enero de 2008.
“Y vendrán más años ciegos y nos harán más malos”, decía Don Rafael Sánchez Ferlosio en 1993, y los años se empeñan en darle la razón. En este sentido, el año 2009 empieza mal. Mal lo tienen al empezar el año, por no hablar de los palestinos, los millones de personas que han perdido ya su trabajo en el mundo. Mal, las decenas de millones que lo perderán pronto. Mal, ese casi millar de familias que, según Caritas, en Alcalá de Guadaíra, “viven en extrema pobreza” (El Correo de Andalucía, 24/12/08).
La ceguera, en este caso, se halla en todos los que piensan que la oposición propietario/proletario se disuelve en el magma de las clases medias. Cierto es que ya no se da la dualización social clásica propia de la sociedad de clases del XIX y gran parte del siglo XX, pero simplemente porque superponiéndose a ella encontramos una nueva situación tripartita compuesta por los integrados (trabajadores fijos), precarios (trabajadores eventuales) y los excluidos (o desahuciados). Pero ciegos todos los que ante el consumo compulsivo propio de las fiestas navideñas tienden a pensar en la inexistencia de aquella. Porque ceguera es la de aquellos que al negar la sociedad de clases niegan la existencia de desigualdades sociales, cuando estas no solo persisten sino que incluso aumentan.
La realidad es, tal y como hace ver Cáritas para Alcalá, que cada vez son más los trabajadores precarios o eventuales, es decir, parados de larga duración que sólo gracias a los servicios públicos y a la beneficencia evitan la exclusión. Precisamente el reto que la crisis económica plantea a las clases medias de los países ricos es si están dispuestas a sufragar la cobertura de los servicios sociales básicos que el llamado Estado del Bienestar presta a los nuevos pobres, garantizándoles incluso los niveles de consumo socialmente adecuados a los patrones del momento, es decir, no sólo pagándoles los recibos de agua y luz pendiente de pago, sino más, por ejemplo, los regalos de reyes de los niños. O bien terminar por excluir a una cada vez mayor parte de la población y afrontar el riesgo de poder garantizar el orden social.
El reto, en definitiva, del mañana es saber de quién será. Aunque, “el mañana me parece”, dice Ferlosio, “no es nadie sino de la catástrofe”.
VICENTE M. PÉREZ GUERRERO
7 de enero de 2008.
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